¡Lleva a un niño al teatro hoy! O, ¡Llevar el teatro a los niños! ¿Son declaraciones igualmente válidas?
#Lleva a un niño al teatro ha sido nuestro grito de guerra desde 2012 cada 20 de marzo, cuando celebramos el Día Mundial del Teatro para Niños y Jóvenes y reafirmamos nuestro compromiso con el derecho de cada niño a las experiencias artísticas creadas especialmente para ellos. Este año me gustaría argumentar que su reverso, ¡Llevar el teatro a los niños!, a menudo está más justificado y es igualmente importante.
Si realmente creemos en las artes como un derecho humano básico, y considerando a los millones de niños que no tienen a su alcance un teatro (especialmente, uno construido y diseñado para ellos y sus necesidades), debemos como artistas ampliar nuestros conceptos de lo que el teatro puede ser. Esta idea, por supuesto, no es nueva en la historia del teatro; sin embargo, de alguna manera, cuando hablamos de teatro para públicos jóvenes, las distinciones entre formal o informal todavía parecen condicionar nuestros sistemas de valores y nuestras nociones de calidad.
El teatro es siempre transformación. Su capacidad para transformar un espacio común, o aun en estado crítico, en un lugar donde se activa la imaginación y se abren posibilidades inesperadas, es única. Ofrece un momento en el cual los niños pueden percibir cómo, frente a ellos y en acción, ocurre un poderoso cambio social. Pueden ver que el cambio es posible y que la magia puede provenir de lo común y terrenal. Ese gozo se puede encontrar incluso en los lugares más desfavorecidos. La calidad de la experiencia teatral que logra este milagro, no es menor que la que pueda poner a nuestra entera disposición un vuelo imaginativo disparado por un dispositivo escénico complejo y que por añadidura eche mano de la más avanzada tecnología.Con frecuencia, hace más falta transformar en teatro un patio polvoriento, una sala del municipio, un salón de clases o un campamento de refugiados, y no solo porque es más práctico y económico encontrarse con los niños en sus circunstancias cotidianas, sino también y más profundamente, porque tal transformación es mágica.
Ni por un momento negamos la singular experiencia que es propia del espacio teatral formal. Sin embargo, para los niños que sufren diariamente las consecuencias de vivir en zonas de guerra, para los niños que viven en aldeas rurales remotas, para los niños que viven en la pobreza de los barrios marginados urbanos, tiene que haber otras opciones. Y este tipo de transformación puede marcar una gran diferencia en su experiencia del mundo.
Así como los profesionales del teatro se centraron en desarrollar prácticas innovadoras en el teatro para públicos jóvenes, todos debemos preguntarnos cómo el teatro puede generar experiencias verdaderamente transformadoras, sea donde sea que pueda encontrar una audiencia, y hacer que esto llegue a ser una realidad.
Trabajemos juntos para Llevar a un niño al teatro … y para Llevar el teatro a los niños en 2018.